Las creencias religiosas deben cambiar

La revelación de Dios, creas o no creas, debe adaptarse al poder. Punto. Ese parece ser el nuevo “dogma” como fin del camino para la democracia liberal, en donde el significado de la libertad es lo que la coactividad del poder decide. Y los que tienen mayoría apoyan sin importar si existen frenos, contrapesos u objeciones de conciencia.

Precisamente esto último. Si la objeción significa que alguien, un ciudadano creyente replica a una imposición fundado en una creencia religiosa o blandiendo su libertad religiosa conforme a su propia experiencia, esa actitud será dejada de lado. Es lo que se infiere de informes de la administración Obama sobre libertades civiles y principios de no discriminación.

La libertad religiosa sería una suerte de “arma” que socava los derechos de las minorías. Es así como frases como libertad religiosa no serían sino formas ocultas de expresar sexismo, homofobia, intolerancia, racismo e islamofobia, algo similar a lo que anteriormente se utilizaba para justificar la esclavitud.

Todo esto no sería sino una cuestión de mera “política pública” si no tuviera como meta reinterpretar uno de los valores fundamentales, el fundamento de la república de los Estados Unidos.

Fundamento que ha garantizado el ejercicio de la libertad religiosa de aquellos que escapaban de la Europa moderna destruida por guerras de persecución religiosa. Libertad de ejercicio que se ha entendido, conforme a la vida de los creyentes, conforme les ha sido dado en sus propios credos. Y no sería incluso preocupante sino no fuera que la próxima presidenta del país sería la senadora Hillary Clinton –las encuestas ya la dan como ganadora–, quien ha declarado que las “creencias religiosas” de las comunidades deben cambiar.

¿Para qué? Para adaptarse a la nueva ortodoxia de la democracia liberal de puro procedimiento y nada de contenido (a menos que sea el de su propia ideología laicista), pues la religión, cualquiera que no se adapte, socavaría los “nuevos derechos” (aborto, eutanasia, manipulación embrionaria, matrimonio homosexual); y eso es intolerante. A menos, por supuesto, que se trate del islam.

Y esto es más de lo mismo. Es la falsa noción de que la fe religiosa es pura adoración o rito y no debe inmiscuirse en la realidad pública del creyente. Es la esquizofrenia de la fe. Reducción de la fe como cuestión privada. Eso sí, pues ahí el creyente no molesta a la ideología oficial. Así, solo las ideologías del mundo secularista que, en mayoría abrumadora, deslegitiman la humanidad como persona del ser vivo por nacer, serán las reinantes.

Dentro de este contexto, no es extraño el haber leído las afirmaciones filtradas por Wikileaks, desde la campaña de la senadora Clinton y encabezados por el actual jefe de campaña de la candidata presidencial del Partido Demócrata contra los católicos, caricaturizándolos como atrasados, intolerantes, creyentes de una religión medieval y llamando a infiltrar la Iglesia, creando una “Primavera Católica” para cambiar sus creencias.

La nueva ortodoxia de la democracia liberal, rígida e implacable, parece no detenerse. El problema son las creencias que chocan con los nuevos derechos. Se debe limitar la libertad religiosa a, tal vez, libertad de culto y nada más. ¿Será esa la última meta? Yo lo dudo, pues la lógica interna de este liberalismo es que todos se adecuen a sus pretensiones.

Es el paraíso de la democracia “blanda”. Blanda por suave, invocando “tolerancia”, hablando de “derechos”. Y también blanda, pues, en un mundo en donde la mayor parte de los ciudadanos ya no vive una experiencia religiosa o la vive de manera superficial, la victoria, parecería, fácilmente asegurada. Todo sería cuestión de tiempo.

¿Muerte de la república? Ciertamente, pues las minorías serán obligadas a negar sus convicciones religiosas, a menos que las “guarden” en su conciencia y permanezcan callados. Hoy, lastimosamente, el temor y la ignorancia juegan un papel fundamental.

Y la supuesta defensa de Trump de ciertos valores ha sido lamentable. Al final, todo se reducirá al poder. Es que seamos honestos: cuando unas democracias que se llaman liberales se entretienen en hacer que el aborto sea un derecho humano, algo huele mal en Dinamarca, como diría Hamlet.

Es el preanuncio de la muerte lenta de la república, como expresión auténtica de la democracia liberal, que, sin valor sustantivo y solo de puro procedimiento, deviene en un totalitarismo encubierto. Solo espero que la historia me desmienta.

http://www.lanacion.com.py/2016/10/27/las-creencias-religiosas-deben-cambiar/