Pequeno elogio al Dr. Pio Walder: maestro de la medicina
El doctor Pío Walder falleció ayer. La noticia, en medio de la barahúnda política, parecería no tener importancia. Sin embargo, para los que lo conocieron a Pío, la noticia, no puede pasar desapercibida. Y pasar sin dolor y, sobre todo, nostalgia. Ya no quedan muchos médicos de su talla. Durante más de treinta años, lo había visitado como paciente, cada año, religiosamente – aun viviendo en el exterior – por su calidad científica y sobre todo humana. Lo había visto por primera vez, por consejo de mi padre, también médico: “Porque no lo ves a Pío” – me dijo. “No hay lo que no sabe Pío” – me dijo de manera jocosa. Y tenía razón. Es que Pío tenía un ojo clínico, y una memoria sin límites, que asustaba. Podría decirte, luego de un año, cuál era la presión sanguínea que tenías. Y sin notas ni apuntes. Su memoria era legendaria. La medicina era no solo fisiología, como una vez me dijo, sino arte, como la filosofía. Y ni qué decir de su anecdotario histórico desde la memoria de su Pilar hasta la Asunción de antaño. Su sentido común y su generosidad eran sin límites. Hoy nos deja. Me hubiera gustado conocerlo más; pues por la ventana de su ser médico, reflejaba a un humanista de los que ya no quedan muchos. Sus hijos deben estar orgullosos, de haber tenido a un padre como Pio. Solo queda repetir las palabras del Apóstol de los Gentiles: siervo bueno y fiel; entra en el gozo de tu señor. Gracias Pio.
Mario Ramos Reyes