Una entrevista como ejemplo de una travesia cristiana
La defensa de meros valores y principios convierte a los sujetos eclesiales en verdaderas piezas de museos
Mario Ramos Reyes
Cristian Cantero Ultima Hora (Observador) en Julio 2012
Cristian Cantero: La palabra “crisis” es la característica de nuestro tiempo: crisis educativa, crisis cultural, crisis económica, etc., ¿En su opinión, cuál es el verdadero origen de la crisis y cómo afrontarla?
Mario Ramos-Reyes: Hay una raíz de la palabra crisis que es importante señalar. Y es la de significar una realidad que se descompone, o el desenlace de un evento. Crisis es entonces desenlace, final de un periodo histórico o resolución de algo y que, por lo tanto, deja abierta la posibilidad de algo nuevo. Visto desde esta perspectiva, la crisis y toda crisis, genera un desafió, es una provocación. Pero también, llamativamente, crisis posee otra raíz, la de krinein, o juzgar. Se refiere a la capacidad humana de emitir juicios sobre la realidad. Así toda crisis, en la significación de desenlace exige la otra crisis, la del juicio. En nuestro contexto, la crisis en el primer sentido, la de acabamiento o desenlace es la del ser humano que ha perdido su identidad.
CC: ¿Es una crisis de lo humano entonces?
MR-R: Sin ninguna duda. Los seres humanos ya no saben lo que son, niegan su naturaleza – palabra detestada por postmodernos y los partidarios de la ideología del género como lo fueron los marxistas de antes. Y por eso hablan de “construcción” del individuo. De ahí que el desafío es bien claro, dramático: la de rehacer nuestra imagen recuperando y plasmando una antropología que nos de apertura a las cosas y sea una inteligencia de la realidad. De ahí que, insisto, la crisis de sentido de la vida que se percibe en muchas formas, radica en esa crisis de no saber lo que somos, la de identidad.
CC: ¿Qué hacer entonces?
MR-R: Educar, proponer, recuperar una sabiduría que mire a la realidad tal cual es, esa sabiduría de siglos que formo a nuestra cultura en Occidente. Educar consiste en hacer más humanas a las personas, conducirlas a darse cuenta cada vez más de la realidad de las cosas. Es el yo profundo, ontológico, y no solo psicológico que se abre al infinito encapsulado en aquel antiguo principio pastoral de que lo que hacemos es producto de la conciencia de lo que somos. (operatur sequitur ese). Sin esa intimidad abierta a las cosas, no es posible recuperar la educación pues la misma no es otra cosa sino un redescubrimiento – educare – de sacar o extraer lo humano oculto en la máscara de nuestra individualidad
CC: Un aspecto de la crisis que menciona es la ausencia de maestros, sabemos de su cercanía con el Prof. Secundino Núñez, a propósito, de su desaparición ¿Cuál es el legado que deja?
MR-R: La desaparición de Secundino deja un legado sin duda pero también un gran vació y muy difícil de llenar. Como no reconocer esto! Fue un maestro en el sentido propio de la palabra. No fue original ni único sino mucho más: fue un testigo; alguien fiel a una tradición multisecular de filosofía, la clásica, Tomista, siempre recomendada por la Iglesia. Lejos de aventuras innovadoras que muchas veces no son sino muestras sibilinas de orgullo intelectual, Secundino fue fiel a la razón, a una fe razonable que coincide con la realidad misma. Por eso atraía, por eso fascinaba.
CC: ¿Podría aclarar un poco más eso?
MR-R: Es que a Secundino se le podía “seguir” en el sentido propio del maestro y compartir con él la memoria de Sócrates. Y dialogar y hacer preguntas y cuestionarse y buscar, sin cansancio pues Secundino era, fruto de su pasión por la filosofía cristiana, incansable y lleno de proyectos hasta poco antes de morir.
CC: Hoy muy poco se lo recuerda, incluso en ámbitos eclesiales.
MR-R: Pero eso ocurrió casi siempre con él. Durante muchos años que camine a su lado, muy pocos – incluso dentro de la Iglesia – le tenía en cuenta. Para algunos era un conservador “medieval,” que, me decían, no vivía a la “altura” de los tiempos Su reacción, sin embargo, fue muy comprensiva. Me decía sobre eso: no importa, yo luego que a mí no me prestan mucha atención pues dicen que “soy apenas un profesor de secundaria.” Y agregaba con picardía; “y tal vez tengan razón.” Pero la realidad era otra y todos aquellos que lo conocimos pudimos verificar la calidad de su enseñanza y la vastedad de sus conocimientos.
CC: Ud. recientemente menciono y se lamentó en una charla sobre la pérdida del sentido de significado en el lenguaje, y de que se necesitaba urgente una “purificación” de los conceptos ¿a qué se refería o se refiere?
MR-R: Lo que preocupa es la invención que hacemos del lenguaje. Inventamos, repetimos, nos convertimos en ecos culturales sin conciencia de la realidad. En una palabra, recreamos, a través del lenguaje, realidades que no existen. ¿Resultado? Una cultura fragmentaria y relativista, que impone un lenguaje “construido” que fuerza la realidad. Pensemos en la palabra persona simplemente o derechos humanos. Hoy son términos multivocos y tornasolados que poco dicen aunque tengan una gran fuerza retórica.
CC: ¿Es como el lenguaje creara la realidad?
MR-R: Exacto. Es el epitome de aquello que el “lenguaje crea al ser humano.” Y lo que es más grave: la realidad se nos presenta fingida por el lenguaje políticamente correcto. Y así quien controla el lenguaje, controla la realidad. Pero me temo, esto también ha penetrado nuestra experiencia cristiana.
CC: ¿Cómo es eso?
MR-R: Fíjate en el lenguaje usado frecuentemente en temas de fe. Ya no se habla de Gracia sino de energía; no se propone la oración sino se aconseja generar “ondas positivas.” Hay todo un lenguaje de cuño postmoderno, a la usanza de la Nueva Era, que parece haber cobrado carta de ciudadanía entre nosotros. Por eso dije aquello de la necesidad de purificación del lenguaje. Urge por eso educarnos en una palabra. Saber lo que un concepto significa. Concepto viene de dar a luz, dar nacimiento a la comprensión de la realidad de las cosas. Pero me pregunto; cuantos de nosotros conocen o si lo conocen, recuerda, aquel texto sobre el “orden de los conceptos” del filósofo católico Jacques Maritain que era un texto de lógica para bachilleres? Urge volver a la razón, al yo, a rescatar el saber, al lenguaje del sentido común, pues la razón no “construye” nada, solo aprehende lo que está ahí, lo que se confronta con sus ojos, con los sentidos.
CC: A propósito, ¿es cierto que se ha alejado de ADEC (Asociación de Empresarios Cristianos)?
MR-R: Si es cierto, ADEC ha decidido cambiar de política pues, aparentemente, mis artículos les parecen difíciles para la gente según me han dicho. Luego de seis años, esta separación ha sido muy dolorosa, sin lugar a dudas. Y aunque entreveía algo pues nunca estuvo muy claro para mí el tema de la identidad católica de ADEC aunque parezca raro,
Me temo que ADEC como organización se haya estado deslizando hacia lo que se llama la postura de los valores comunes. Como muchas organizaciones gremiales y también varias ONG o club de ejecutivos. Lo que me parece legítimo pero no estoy seguro de que eso debe ser lo peculiar de una asociación y sujeto católico como ADEC. Lo católico se confunde con valores pero el cristianismo no es una ética.
CC: Tiene algo que ver esa confusión con lo que sostiene en varias de sus columnas del diario Ultima Hora donde advierte sobre situación que se presenta actualmente en nuestro país, como una sociedad “anestesiada,” que reclama valores pero que no asume su responsabilidad ?
MR-R: Claro y mucho. La defensa de valores en sí mismos o de la ética no soluciona los problemas. Es más, creo que los agrava y confunde. La ética como tal, insisto, no es la solución a los problemas de la sociedad. Al fin y al cabo, hay tantas éticas como seres humanos. Un profesor mío de ética me solía decir hasta el diablo sigue una ética y una escala de valores. Es que existe también una ética del poder y del éxito. El punto es ver qué tipo de persona y de ciudadano queremos y en base a eso proponer una educación y si se quiere, una ética que le corresponda.
CC: ¿Pero, permítame que le insista, no dijo acaso Ud. que la sociedad está anestesiada?
MR-R: Si, precisamente pues es una sociedad que reclama valores pero parece adormilada respecto de qué tipo de ciudadano debe encarnar esos valores. No se sabe bien qué es eso de ser persona y por eso algunos valores se enfatizan pero otros no.
CC: ¿Pero no es acaso que la experiencia de fe supone la defensa de valores?
MR-R: Lo que uno defiende, aunque tal vez sería más correcto decir, lo que uno testimonia, es una vida y no unos valores. Los valores siguen a la vida, a una vida. Es que un cristianismo de valores convierte a la Iglesia poco a poco en un museo que se defiende invocando principios. El Cristianismo es un hecho total, es ontológico, que abarca a toda la persona Es una experiencia de vida. Eso es lo que se ha olvidado, anestesiado, y la gente como que es tímida de expresar lo en lo público.
CC: ¿Cómo se plantearía entonces los valores de una empresa o institución, por ejemplo?
MR-R: Justamente, no hay valores separados de una vida. No hay valores exclusivamente “empresariales,” ni tampoco aquello de valores del mercado. O el Cristianismo se anuncia como hecho que salva a toda la persona o bien se diluye como una ética de valores más donde todo es negociable. Miremos alrededor nuestro, la calidad de nuestra televisión, para citar a un ejemplo mínimo que nos anestesia.
CC: Profesor pero ese lenguaje ya suena inteligible a muchos, nadie entiende. ¿No sería el mismo fenómeno que le ocurre a asociaciones para-eclesiales lo que le ocurrió, por ejemplo, la democracia cristiana, universidades y colegios catódicos?
MR-R: Claro, eso le pasó a las democracias cristianas, a las universidades católicas y muchos otros sujetos eclesiales. Duele decirlo pero es la verdad. Se acepta la teoría de los valores comunes, pretendiendo “consensuar” sobre realidades incompatibles para quedar bien y ser políticamente correctos. Se tiene vergüenza de mostrarse lo que uno es por temor a no ser lo políticamente correcto y entonces, se da pie a una sociedad supuestamente adulta y pero fuertemente relativista donde casi todo vale.
CC: Es eso, entonces, lo que ha incidido en la ausencia de intelectuales católicos…
MR-R: Ciertamente pero también existen otras razones. No obstante, y aunque resulte paradójico, es clave. Me refiero a la pérdida del gusto por el saber. Demasiadas personas, católicos, se impacientan por el éxito rápido, fácil, y olvidan el estudio paciente de saberes que humanizan. Irónicamente, la literatura o filosofía son campos que, me encontré en Asunción, son más cultivados por jóvenes alejados de una experiencia de fe, jóvenes que están buscando algo.
CC: Están abiertos a la realidad…
MR-R: Y con pasión, muchos de ellos. Además, agregaría, en general, hay poco silencio en nuestras vidas, poca paciencia, amor a la soledad fecunda. En cambio, se ve a gente aturdida, rodeada de mucho ruido, de una Internet superficial y como fin en vez de hacerla un medio, ajetreo sin ton ni son y eso hace imposible toda lectura reposada. Una inteligencia que descubre los signos de la realidad, no se improvisa: lleva tiempo, sacrificio, renuncias, un precio que, al parecer, muy pocos están dispuesto a pagar. Pero yo creo, no obstante. y estoy convencido que vale la pena. Las humanidades son una fuente de felicidad pues coinciden con el deseo de verdad o de bien o belleza a lleva uno el corazón.
CC: En su libro La República como tarea ética, Ud. dice que la democracia no es lo que más debe preocuparnos, sino el construir una república fuerte? ¿Cuál es la diferencia?
MR-R: Debemos centrarnos en nosotros mismos, en el yo. Republica es auto-gobierno y por lo tanto, comienza en el gobierno de uno mismo. Es lo que dije al principio: el principio es antropológico. Quisiera insistir en esto para terminar: el único inicio que veo para recomenzar esta pérdida de lo humano es asumir la fe como acontecimiento, como hecho presente con el que cualquiera puede implicarse. Ni las instituciones, ni la cultura ni siquiera una comunidad como colectivo pueden hacer “renacer” el cristianismo. Antes de cualquier catequesis de valores o de doctrina incluso, es fundamental encontrar ese amor. La cuestión no es la defensa contra el mundo sino una experiencia que sea testimonio frente al mundo. Y esa es, y con eso termino, como mensaje para los jóvenes con aquello que decía Albert Camus, el autor del Extranjero – ese ateo que buscaba el Infinito – es necesario encontrar primero el amor que la moral. El resto se dará por añadidura.
CC: ¿Volvería a residir en Paraguay?
MR-R: De hecho nunca me fui. O de corazón nunca he dejado de estar. Fruto de ellos son los centenares de artículos que escribí con la patria en el corazón. Pero concretando ese deseo, en estos días me encontré con grupos de jóvenes con los que iniciaríamos un camino de estudio de la Doctrina Social de la Iglesia juntos desde la distancia que con la tecnología no están difícil y así podría venir dos meses al año para retomar y dialogar en carne y hueso. Es un logro que era impensable hace veinte años cuando me fui. Así que las condiciones, creo yo, se van dando al paso, no nuestro, sino del Señor.