Ha penetrado el relativismo en la Iglesia?

     Todavía lo recuerdo como si fuera hoy, la experiencia de leer –mezcla de asombro y estupor– la afirmación de que existe una sola verdad indubitable para todo estudiante que entra por primera vez en la universidad: la de que todo es relativo.El autor de la misma, el clasicista Alan Bloom, indicaba en un libro que hizo época, The Closing of American Mind [La Decadencia de la Mente Americana], primer salvo de una nueva era cultural que se avizoraba en el horizonte: la del postmodernismo donde todo vale y nada es permanente. Corría el año 1987, y, por supuesto, los críticos de la intelligentzia fueron despiadados con el profesor de Chicago.Pero su profecía, como toda profecía de un filósofo, llevó tiempo en madurar. Hoy, a treinta años, lamentablemente –es mi impresión abonada por los hechos que indican esa dirección– el relativismo ha permeado en casi todas las comunidades a nivel planetario, y no solo la universidad sino también ha penetrado poco a poco en la Iglesia Católica.Fijémonos en el contexto actual. Existen profundas ambigüedades sobre las consecuencias de cierto tema aparentemente confuso en la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia del papa Francisco. ¿Pueden los divorciados y vueltos a casar –sin nulidad matrimonial de por medio– recibir la Eucaristía? Parece decir que sí, en ciertos casos

La cuestión, al interior de la Iglesia no es menor pues toca el centro de la fe: la Eucaristía.Si la Eucaristía es donde el signo y el Misterio coinciden, entonces, ¿es acaso un mero símbolo, que admite una “nueva” interpretación, y entonces, se tiene “derecho” a recibirlo, sin importar las condiciones de la persona? Y, sobre todo, si estas condiciones son, en un momento insuperables, ¿no sería acaso ese, el momento de una conversión –insisto– que suponga sacrificio, arrepentimiento y no reclamar puros derechos? Habida cuenta que, la Familiaris Consortio de Juan Pablo II responde negativamente, la respuesta definitiva, pedida al papa Francisco, por cuatro cardenales –las “dubia” o dudas– permanecen sin contestación.

No obstante, las respuestas, así en plural, generan actitudes distintas entre diócesis y conferencias episcopales de manera llamativamente contradictoria. Unas dicen sí, y otras no. Los obispos alemanes están por la afirmativa, los polacos por la negativa. En los Estados Unidos, unas diócesis dicen sí, otras dicen que no. Otras permanecen en silencio, un silencio expectante, confuso, angustiante.Y, aun así, todo permanece soterrado, indicando una división sumergida que, no se puede negar, existe entre cardenales y obispos, párrocos y laicos, que se toman la fe en serio. Es que, después de todo, si todo es relativo respecto al matrimonio, entonces el martirio de Tomás Moro no tendría mucho sentido.

Al parecer, todo dependería de las circunstancias. Pero, me pregunto, ¿no es esa, precisamente, la moral de situación, donde el acto se interpreta por algo ajeno al mismo y, por lo tanto, todo es relativo pues las circunstancias varían, y últimamente, pueden justificar casi todo? Es que, la circunstancia, por más dolorosa y comprensible que la misma fuere –y muchas veces lo es, sin duda– nunca puede justificar la maldad o la bondad de un acto.Yo no creo que todo sea, como también se ha afirmado, cuestión de “interpretación” pues las mismas también varían en espacio y tiempo y nos llevarían, en estricta fidelidad, no al Magisterio de la Iglesia, sino al de Nietzsche, con lo de aquello de que no hay hechos sino mera interpretación de los mismos. Al final, no hay realidad, y todo, como cree el relativismo posmoderno, es cuestión de preferencia y conciencia personal.

Ya sé que esta postura que se defiende aquí, ganará el mote de “fundamentalista”. Tal vez. Pero esa fue, precisamente, la afirmación del entonces cardenal Ratzinger a pocos días de convertirse en Benedicto XVI, en el 2005, de que, a quien tiene claro el credo de la Iglesia, a menudo se le aplica la etiqueta de fundamentalista. Y que, sin ella, surge el relativismo, que aspira a “llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina” constituyendo una dictadura que no reconoce nada como definitivo. Esa, además, ha sido la enseñanza de Juan Pablo II.

¿Confirmará esta enseñanza de manera definitiva el papa Francisco? Confío que sí. Pero, por el momento, nada ha dicho aún. Es mi creencia, de que no puede no hacerlo: de que existe una realidad objetiva más allá de nuestras interpretaciones, más allá de nuestra conciencia, realidad que se nos ha revelado y ha sido amamantada por la Iglesia. Existe un depósito objetivo de la fe. La iglesia no es una institución de construcción humana.

Es doloroso para mí escribir sobre estos temas y más aún, por la fidelidad al Papa y por, sobre todo, por fidelidad al Magisterio de la Iglesia fundada por Cristo. Pero, no se puede negar la evidencia y esa evidencia es preocupante. ¿Es este deslizamiento hacia el relativismo algo definitivo? De ninguna manera. Soy de los que creen que la última medida de nuestra vida es una donación de lo Alto y no de nuestros caprichos y vaivenes. Pero de loque estoy seguro –a pesar de todo y lo digo con la convicción de un creyente–, es de las palabras de Cristo a Pedro: que las puertas del infierno, y las del relativismo, no prevalecerán contra ella.