Libertad de culto: ¿el último eslabón hacia el totalitarismo liberal?
Confieso que este es un tema delicado, difícil de abordarlo. Pero es actual. Y no solo eso, es un tema que cada vez más limita las libertades de los ciudadanos en sociedades democráticas. Y no solo de países con sistemas consolidados sino, por el globalismo de los medios de comunicación, afecta a todos. La libertad de culto, como indica el título de este artículo, se ha mimetizado como la religiosa, haciendo de la democracia liberal actual un remedo de lo que verdaderamente debería ser. Para la democracia o democracias liberales actuales, -la norteamericana es un ejemplo- la libertad de culto se está presentando como la única y auténtica libertad religiosa. El resto, parecería, un cuento de religiosos fundamentalistas.
Esta dolorosa realidad se convertirá, de seguir así, en el advenimiento de una nueva época histórica: la del totalitarismo “liberal.” Sí, ya sé lo que piensa el lector. El que, lo de totalitarismo liberal, parecerá una contradicción. Ser liberal no es ser totalitario. Y viceversa. Pero, en el contexto postmoderno, eso no significa nada. La razón y la lógica no se usan más. Sólo quedan los sentimientos “valen” en esta época “emotivista.” La época del “siento, luego existo.” Es así como, el que dos más dos sean cinco, o que un feto no sea una persona con derechos, será así porque uno lo “sienta,” y punto.
Pero veamos eso de libertad religiosa y de culto. La primera es esa área de nuestra vida ciudadana que está embebida por nuestras creencias más íntimas. Y como tales, dichas creencias requieren ser expresadas en nuestra vida, pública o privada, sin que eso conlleve pretender que todos la compartan. Sólo se pretende que se respete ese derecho y que, por lo mismo, uno tolere las creencias de otros. Después de todo, la democracia liberal es plural, o pluralista. Pero hay algo más, esa libertad religiosa conlleva que ese ciudadano creyente viva conforme a esas creencias, en todas las áreas de su vida ciudadana. Si educa a sus hijos conforme a ellas, tiene el derecho de educarlos en esa fe. Si administra un hospital conforme a la misma, también será su deseo que las prácticas médicas se hagan conforme a sus creencias.
Adviértase a esto: la libertad religiosa no se reduce a la adoración en el templo de la propia fe y nada más. La fe religiosa no es sólo adoración privada, ninguna fe lo es; sino que se manifiesta públicamente y da servicio a todos de alguna manera. Pero en la democracia liberal actual, esa pretensión está siendo limitada. La iniciativa, si se podría tener como tal, es cortar la expresión pública de la libertad religiosa convirtiéndola en libertad de culto. ¿Qué quiere decir esto? Solo un caso para ilustrar lo que ya es un movimiento cuasi planetario.
En el estado de California, un proyecto de ley fue introducido en la legislatura local que propone que los establecimientos educativos privados administrados por confesiones religiosas no requieran que exijan sus creencias respecto a la identidad de género o la expresión de la identidad de las personas en el proceso de empleo. Es decir, el proyecto legislativo requiere que una institución privada niegue sus propias creencias, niegue su libertad religiosa, y adopte las políticas del estado que afirma -entre otras cosas-, que la sexualidad biológica no es determinante en la identidad de una persona.
Como resultado, una escuela digamos, cristiana, no podrá emplear solamente a aquellos maestros que compartan su fe como forma de educar a los hijos sino también a aquellos que la niegan de manera explícita. ¿Razones? La labor de una escuela u hospital, por ejemplo, son públicas y por lo mismo no están protegidas bajo la libertad religiosa. Es que, y ahí viene el punto que queremos mostrar, la libertad religiosa ahora se entiende solamente como aquello que el creyente “hace” en su templo. Libertad religiosa es solo de culto, y se acabó. Por el momento al menos. Y así, cualquier otra actividad que no siga la política del estado será discriminatoria. La sociedad es casi exclusivamente, dominio del estado y de sus políticas públicas.
Es la tendencia de la democracia liberal actual hacia el totalitarismo, para el que la libertad del liberalismo de elegir los medios siempre que se respeten los fines, se ha abandonado. Es que, para el ciudadano del siglo veintiuno , ya no hay fines de una vida objetivamente buena pues todo es relativo. Por eso, el estado se debe dar a sí mismo la ley que, pretende, nada deba tener de realidad objetiva: ni la biología, ni la psicología, ni la fe religiosa, ni la realidad misma de las cosas. Así, este laicismo liberal totalitario, ya ha dejado de ser un laicismo razonable que respeta la pluralidad de expresiones públicas de la fe, y se ha convertido en un laicismo liberal excluyente que en nombre de la libertad, destruye la libertad. Es el advenimiento lento y silencioso de una dictadura “blanda” que, no por ser tal, no tolera disidencias pero que, en el camino de su institucionalización, destruye reputaciones, y remite a los creyentes al status de ciudadanos de segunda y tercera categorías.
http://www.lanacion.com.py/2016/09/15/libertad-culto-ultimo-eslabon-hacia-totalitarismo-liberal/