¿Hacia una Iglesia Postmoderna?
Uno de los maestros del Papa Francisco, el historiador uruguayo Alberto Methol Ferré, repetía una frase, según él, atribuida a Juan Domingo Perón, que decía: “dos pasos a Roma, un paso hacia Moscú.” La misma, dicha de manera jocosa, representaba – según Methol – la quintaesencia de la tercera posición en el contexto de la guerra Fría: el saber navegar en medio de los acontecimientos donde ni Washington ni Moscú eran fiables como compañeros de ruta. No obstante, y habida cuenta que la izquierda tenía mejor “reputación” que el capitalismo era importante “amagar” hacia esa dirección siempre aunque, realmente, el destino era hacia la “derecha”
Me da la impresión que hoy, al mirar los gestos, y la crisis que se está produciendo en el debate al interior del Sínodo de la familia, el dicho de Perón -Methol Ferré puede ayudar a ver ese acontecimiento con una actualidad inusitada. El Papa argentino parecería hacer declaraciones muy afectas al progresismo teológico para luego, realizar gestos que se alinean más bien en la otra dirección más tradicional como el caso de recibir a la activista que se negó a firmar licencias matrimoniales para parejas del mismo sexo. Esto ha ocurrido, por ejemplo, en Estados Unidos. No sabría decir si esta actitud es deliberada o no, pero esta forma no deja de ser atractiva para ver qué hará el Pontífice luego de la crisis en que está sumido, aparentemente, el sínodo de la familia. La situación sería ver si el Pontífice, en vista de la propuesta progresista de varios de los prelados presentes, gira hacia la “derecha” – para decirlo de alguna manera- habida cuenta de la pretensión de algunos de una pastoral más afín a los tiempos que corren, con el argumento de que lo pastoral no afectaría a lo dogmático, cosa que no es posible pues el Hecho Cristiano es uno. Una creencia se va socavando poco a poco si en la práctica, se justifica su infidelidad.
Dos aspectos me gustaría notar, brevemente, de ese deseo de algunos padres sinodales. El primero es la noción de algunos – el Arzobispo de Chicago Cupich es un ejemplo – de dar primacía absoluta a la conciencia por sobre la norma y experiencia de vida. El segundo punto, es la idea de que la historia presiona a la persona – con sus signos – recodos y vueltas – de tal manera que se convierte en factor determinante de esa conciencia. Es que se afirma, hay situaciones en que, la conciencia, “en vuestra conciencia y en la mía de pastor” – tiene lugar la vida de la Iglesia – como ha explicado el Cardenal austriaco Schönborn.
Así, para Schönborn y Cupich, la conciencia como tal es inviolable y por lo mismo, las parejas divorciadas y vueltas a casar, o bien un matrimonio de personas del mismo sexo, que han llegado a dicha situación en base a una conciencia “buena”, entonces se debe respetar y acompañar esa decisión. Pero si la conciencia es la única medida, y no hay referencia a una realidad anterior, queda ambigua, empobrecida, encerrada en sí misma.
Un aspecto, quiero resaltar esta forma de pensar: la de una explosión de hechos de la vida, de nuestra vida, que ya no se expresan en razonamientos, o en remisión a leyes objetivas sino en relatos contados e historias. Y que esas historias personales hay que respetar. Así, lo que se narra son acontecimientos de la vida, reales, sin duda, pero a las que sólo se tiene acceso a través de la conciencia. De ahí la afirmación del vocero del Sínodo para lengua inglesa, el Padre Rosica, de que la antigua fórmula de distinguir entre el pecado y pecador y de que se debe odiar al pecado pero amar al pecador ya no sirve más, pues la sexualidad es toda la persona.
Si eso es así, nadie ya juzga a nadie pues, si se piensa así, ¡cómo uno podría ..! Y ahí entra, claro está, el recurso a la misericordia. Me temo que esta es una forma postmoderna de entender la realidad humana donde la historia del sujeto o de los sujetos, se ha deglutido el hecho de la realidad de cada persona, y de sus actos, o errores, o pecados. Y así, no queda mucho espacio para la conversión sino más bien, para la justificación de la conciencia subjetiva cualquiera sea su situación. Quedamos atrapados en nuestra propia historia y así, no será posible salirse fuera de ella o de mí mismo, para ver qué es, objetivamente, eso que “no anda” o, no funciona de la misma.
El mismo progreso moral o espiritual será imposible. Solo nos quedará el lenguaje para comunicar una realidad que no tiene objetividad. La persona, por tanto, desaparecería gradualmente de la escena, porque ella estaría inmersa en el flujo continuo de su historia y nada más.
¿Convalidara esta forma pastoral- giro hacia la izquierda postmoderna – el Pontífice? Francisco nada ha dicho aún pero, es mi creencia, y no es solamente mía: de que existe una realidad más allá de nuestra historia, más allá de nuestra conciencia, más allá de nuestro lenguaje. Existe una realidad que, como una tensión, nos reclama un valor infinito de lo que se ha dado en la vida presente. Conciencia supone una realidad anterior sobre la cual la misma reflexiona. Cristo se encarnó pero no redujo su Palabra a la historia ni al sentimiento subjetivo. Existe la realidad como expresión objetiva –independiente de nuestra conciencia y lenguaje. En nuestro desvencijado caminar – es cierto – sin misericordia no podemos darnos cuenta de que valemos algo, pero también es cierto que la misma es solo un regalo de Dios y sólo cuando reconocemos que existe una medida – más allá de nuestra conciencia – que nos dice que el mal es mal o pecado es pecado, podemos cambiar. Y si esto es así, como creo que lo es, los dos pasos a Roma siguientes estarán asegurados.
Publicado en La Nacion http://www.lanacion.com.py/2015/10/22/hacia-una-iglesia-posmoderna/