EL problema de la democracia liberal no es politico

ayala_eligioLa democracia liberal parecen atravesar una crisis permanente. No pueden llegar a un acuerdo sobre cual es el problema de la crisis. La escena no es nueva, y debemos ser honestos, no es solo ni será una escena política “liberal.”  Ni menos es un fenomeno latinoamericano o europeo.  Las denuncias de fraudes en las elecciones para elegir candidatos han sido parte de nuestra  historia contemporanea. Una historia – trágica y funesta – de la transición que creíamos se superaría cuando la democracia aterrizara a nuestras tierras. Pero, insisto, la politica como tal no está sola en esta crisis. ¿Quién podría arrojar la primera piedra en una cultura política que lo menos que tiene es precisamente eso, la de ser cultura en el propio sentido de la palabra?

No hay cultivo del ser humano como tal, y menos de las  virtudes y cualidades que deben adornar a un  político sino mero uso de instrumentos, rápidos y eficaces, para acceder a lo único que, al parecer, importa: dinero, poder, prebendas, éxito mediático.  Este es y ha sido el ritmo constante de nuestra danza política, escena repetida de una mala película cuya trama es tan familiar que los ciudadanos, a poco de que declare algún “ganador oficial,” le darán su consentimiento cansino,  pero no por convicción íntima sino mas bien por aburrimiento  y hastío  de saber de antemano que se avecina una  pelea judicial para “asegurar” el ganador, pelea-litigio  que nadie entiende mucho y que, por sabida experiencia, no tendrá, de cualquier manera, un fin rápido ni significativo .

¿Pero que se esperaba? ¿No es acaso este  el resultado de una postura sobre la democracia, postura manca y miope, que la democracia liberal y también  las otras ofertas políticas, han puesto sobre la mesa de la sociedad civil ? ¿O acaso los partidos políticos o coaliciones se han interesado seriamente en hacer la pregunta sobre lo que significa e implica  el contenido moral, pero no solo como discurso, sino experiencial, de una democracia liberal pero republicana?  No nos engañemos; la idea que se tiene de la política es una que hace reposar en el poder, el todo de la realidad,  el poder como único  modo y meta exclusiva de “hacer la diferencia.”  Es la expresión viva  de un maquiavelismo solapado,  tal vez aminorado y pálido, sibilino e hipócrita, pero   maquiavelismo de cualquier manera, donde el fin justifica los medios.

Insisto, ¿acaso  esperaban algo diferente,  los liberales, o el lector? ¿O que las campañas electorales muestren a los protagonistas fungiendo la honestidad de ese gran paraguayo y latinoamericano Eligio Ayala? No se puede apelar a un deseo  nostálgico cuando la realidad  política  del pasado reciente ha impelido a los mismos liberales que ahora protestan  contra un ganador presuntamente fraudulento cuando hace apenas tres anos y medio  votaban y celebraban la victoria de un obispo negando la realidad explicita de la imposibilidad de dicha candidatura? Todo era, entonces, por ganar; no importaban entonces tampoco los medios.

¿Es acaso el liberalismo una mera ideología o un grupo político cuya meta es el poder, o como  ese gran liberal espanol  como Gregorio Marañón el mismo Eligio Ayala pensaban?  Es que,  me parece, el problema de la democracia liberal, el grave y real, no es político. Es moral, es de sentido propio de la identidad de sus miembros, Tal vez, seria una oportunidad para  que los liberales  asuman los errores del pasado y, al mismo tiempo, sean conscientes de su grandeza para la sociedad y por ende, de la necesidad de construir una republica común donde  la “captura” del poder del Estado no es todo. Por el contrario,  una sociedad auténticamente libre y liberal, se construye desde abajo, de las comunidades hacia el Estado y no con los métodos que precisamente negaron a nuestra republica a ser tal.

La verdadera república liberal-democrática solo subsiste, madura y se consolida donde una experiencia de libertad  y de liberación, encontrada, experimentada, deseada, puede desarrollarse. Eso es lo que Eligio Ayala decía en 1925 en su Mensaje Presidencial cuando afirmaba que “vamos saliendo de aquel periodo caótico y estéril en que sedientos de bienestar, acaso henchidos de bellos ideales, sacrificábamos la libertad para obtener el orden ..[…] en el Paraguay se disfruta ahora de la libertad legal y civil. El pensamiento es libre, la prensa es libre, el sufragio es libre. Pero nos resto la noble tarea de fecundar esta paz.”

Fecundar la paz. La ley ni meras elecciones internas o incluso el estar ‘afiliado” no garantiza ese deseo sino que ello implica, no se puede negar, un reto pero no solamente formal o abstracto hacia los que hacen política, los que administran el Estado sino que es un desafió a nivel personal; es el republicanismo, como una propuesta originalmente del liberalismo, que empieza y se verifica en cada uno. ¿Y que de la pregunta sobre el sentido religioso? Ciertamente. Es que sin una relación del ser humano con su destino final, de sentido religioso,  no hay caridad – amor –  propiamente hacia el otro sino hacia si mismo; hacia el propio grupo, la propia ideología que busca el mero éxito por el éxito; convirtiendo la participación en un fin solitario sin atenerse a la justicia y méritos de los actores.

Una republica democrática se construye no desde discursos ideológicos sino desde la realidad misma de las cosas  que nos hace comprender que nuestra entrega no esta motivada por ningún pacto social sino por el trabajo, la solidaridad y la gratuidad humana. Esa es la conversión que necesitan  no solo los liberales en general  – sino los que no lo son – para generar un proceso donde, mas allá de nuestras diferencias políticas se sepa mirar, por encima de ideologías y facciones, al otro como prójimo, el vivo deseo que nace del corazón del hombre de “ser con el otro”, de construir la ciudad común entre todos. Sin ese hecho humano primigenio, lo he advertido anteriormente, el liberalismo, se suicidara lentamente.  Y con esa muerte, todos los ciudadanos, liberales o no, perderemos en humanidad pues la historia del liberalismo ha sido y sera  parte de nuestra historia. Es que, digamos una vez más para concluir; el problema liberal no es político; es, como el nuestro, el de todos, humano.

 

Mario Ramos-Reyes,